Hay ciertas ideas que la gente suele aceptar inmediatamente y de manera general de tal forma que casi podríamos pensar en una sociedad omnimente. Parece como si se trataran de cosas que debes pensar así porque sí como, si al nacer, tu ADN ya estuviera programado de manera que jamás pensaras sobre ello y, menos aún, llegaras a cuestionarlo. Simplemente sería una verdad tan presente e irrefutable como que el cielo es azul.
Pero no todo tiene que ser tan bonito porque siempre hay alguien que tiene que venir alguien a joderte el día. Siempre hay alguien que se sale de la norma (no sé por qué pero suelo ser bastantes veces ese alguien… ¿será que en mi caso se olvidaron de cerrar una llave en una línea del programa y por eso no me funciona? ¬¬U). ¿Y qué pasa cuando te sales de la norma? Pues que la gente te mira con cara de OMG WTF! y, luego, tras pensar en “pobrecitaquenoseentera” o, si llegas a insistir, en “peroqueanimalcómoseleocurrepensareso” te intentan aleccionar con su verdad. Curiosamente los argumentos se suelen mantener constantes independientemente de la persona que los diga (sea de donde sea y sin conocer de nada a otras personas que te han dicho lo mismo...). Y lo que yo me pregunto es si se han puesto, realmente y en serio, alguna vez a pensar en lo que argumentan. Yo quiero creer que, al menos, alguien lo ha hecho pero ¿no dicen que una mentira dicha muchas veces se convierte en verdad? ¿No se dice, también, que nuestro cerebro es reticente a los cambios o a las ideas que van en contra de lo que nosotros pensamos en un momento determinado? ¿Será por esto que unos y otros te vienen con los mismos argumentos que, la mayoría de las veces, no se creen ni ellos? Con esto NO estoy diciendo que todo sea mentira sino que no TODO es verdad.
El cielo es azul pero ¿qué color tiene al amanecer o al atardecer? ¿Y cuando hay tormenta?
Normalmente, estas ideas políticamente correctas suelen ir cogidas de la mano de varios temas recurrentes. Y uno de estos temas es el dipolo vida-muerte.
Todas y cada una de las personas compartimos algo precioso y único que es la vida. Difícil de crear y fácil de destruir. Unos la tienen más larga, otros más corta, unos más fácil, otra más difícil, unos más feliz y otros más triste pero, sea como sea, vida al fin y al cabo. Así que, con total seguridad, en más de una ocasión habréis oído la frase (y seguramente la habéis compartido): La vida humana no tiene precio.
Y ahora es cuando mi mente curiosa que tiene la maldita manía de cuestionarlo prácticamente todo vine a fastidiar el día y dice: ¡MENTIRA!
La reacción natural es pensar “¿Mentira? ¿cómo que mentira? No. Es verdad porque…blablablá (argumentación políticamente correcta)”.
Que sí, acepto que la idea es muy bonita, romántica y tal pero la realidad es bien diferente porque el ser humano es un animal egoísta y se puede demostrar con una sencilla prueba.
Suponed que el destino de la humanidad está en vuestras manos (que sí, que es teatrero pero para eso está la imaginación) y que decidiendo que alguien muera podéis salvar al resto del mundo. Para ello se te dan a elegir entre varias parejas: ¿A quién salvaríais?
(Si lo de salvar la humanidad no os convence puedes pensar en algo más terrenal y cuotidiano como un accidente de tráfico, ¿quién preferirías que viviera?)
- ¿Un terrorista sanguinario o unbuen misionero?
- ¿Un asesino o un vecino tuyo?
- ¿Un hombre o una mujer desconocidos?
- ¿Una mujer o un niño desconocidos?
- ¿Un niño desconocido o uno conocido?
- ¿Alguien desconocido o un amigo tuyo?
- ¿Un amigo tuyo o un familiar/pareja tuyo?
- ¿Tu madre o tu pareja?
- ¿Tu hijo o tu pareja?
Seguramente algunas de las opciones han sido contestadas rápidamente mientras que, otras, han sido más difíciles pero, el caso, es que cada vez que habéis respondido (y lo habéis hecho porque en algunas se hace casi inconscientemente) habéis puesto precio a esas vidas. Y, a su vez, habéis tirado por tierra la idea de la que partíamos.
Cabe observar que, por regla general, se cumplen unos cánones como que salvarías antes a un niño que a un adulto, a alguien considerado “malo para la sociedad” que a alguien “bueno”, a alguien desconocido antes que a alguien conocido y, a más cercanía o relación sentimental, más alto es el precio. Resumiendo, que es más fácil entregar la vida de un terrorista que la de tu pareja. O, dicho de otra manera, la vida de tu pareja vale más que la del terrorista. Et voilà: toda y cada una de las vidas TIENE un precio y, además, nosotros somos los tasadores que lo ponen inconscientemente.
Porque, si se fuera consecuente con lo “políticamente correcto”, nos sería igual de difícil decidir en todas las cuestiones anteriores o, incluso, no podríamos decidir. Pero no, el caso es que decidimos….y ya lo creo que decidimos. Por mucho que uno se engañe a sí mismo con ideas políticamente correctas intentando alejarse de la cruda realidad nuestras actuaciones siempre serán contrarias a estas ideas puesto que TODOS, inconscientemente, ponemos un precio a las vidas de los demás inconscientemente. Si nos paramos a pensar, actuar conforme a la frase sería algo prácticamente (o, sin el prácticamente) de psicópatas ¿quién, en su sano juicio, pondría al mismo nivel la vida de un asesino y la un ser querido? Y, sin embargo, la sociedad sigue defendiendo en esa idea. Es de locos.
El caso es que el tipo de preferencias que establecemos respecto a los demás vienen dadas, a través de los siglos, por la propia evolución para la supervivencia de la especie. Por lo tanto, si esto es así: ¿Por qué es algo tan difícil de admitir o, incluso, de pensar? ¿Por qué se oye constantemente la dichosa frasecita y es defendida sin pensar? ¿Por qué se acaba imponiendo lo “políticamente correcto”?
Supongo que la respuesta es que, aunque el humano es un animal egoísta, no le gusta admitir que lo es. O que la propia sociedad te hace ser hipócrita hasta el punto de defender algo que, realmente, no sientes. O, tal vez, la idea es tan bonita que duele plantearse lo contrario. También puede ser que, la facilidad con que la gente asume estas “verdades”, quizás sea porque, en el fondo, todos intentamos ser “buenos” o, quizás porque es más fácil plantearse algo bueno que algo malo. No lo sé, pero lo que me gustaría saber a mi es ¿en qué momento empezó esto a ser así? ¿En qué momento se empezaron a extender estas ideas “políticamente correctas”?
PD: Con referencia a este tema, recomiendo encarecidamente la tercera temporada de Torchwood (son 6 capítulos sólo y no es necesario ver las anteriores) que es la que me hizo pensar en este post porque aparecen decisiones de este tipo muy duras que tomar.